Los antecedentes que se tienen previos al experimento de Harlow sobre el apego provienen de la teoría de Lorenz y los testimonios de Spitz que dicen que el apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores y que le entregan la seguridad necesaria, incluso sobre la necesidad de alimentarse, para un buen desarrollo en todos los aspectos. El apego proporciona seguridad al niño para ser aceptado y protegido en primera instancia en un círculo familiar.
El apego en la etapa infantil es de mucha importancia para el desarrollo emocional de las personas adultas. Este supuesto se basa en el establecimiento de lazos afectivos y aprendizaje del amor, entre los cuidadores y el niño. El aprendizaje de estos elementos depende de la sensación de bienestar, confort y contacto corporal que entrega la madre, eliminando el aspecto de la alimentación que había propuesto Freud. Por otro lado numerosos profesionales comenzaron a resaltar la importancia del apego ya que los niños de los orfanatos y los hospitales a pesar de estar bien alimentados y con todas sus necesidades físicas satisfechas, podían terminar con signos de perturbaciones mentales, solo por la falta del apego maternal.
La naturaleza del apego es esencialmente afectiva y de carácter no innato, se desarrolla a partir de las interacciones con las personas del entorno inmediato.
Decir que un niño tiene un desarrollo del apego, significa que está dispuesto a buscar la proximidad y contacto con una figura concreta, cuando está expuesto a situaciones de susto, cansancio o enfermedad. Además la presencia y seguridad de la figura de apego genera estabilidad y bienestar emocional; y la ausencia, ansiedad, miedo, etc.
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